Después de una corta noche en la que dormí muy poco, o eso
me pareció; me desperté a las 5, me duché en mi baño personal, me trencé el
pelo y me pinté una fina raya azul en los ojos. No me maquillo nunca pero aquel
día las ojeras eran demasiado visibles para pasar de ellas. Bajé las escaleras
y encontré a Jack desayunando huevos con bacon y café con un perfecto traje y
corbata. Y a Anne llevándole el periódico del día a la mesa, con un precioso
vestido verde. Los niños estarían durmiendo todavía. (Conversaciones en inglés)
- Buenos días. ¿Cómo están?
- Buenos días, “Asagara”. – Tendré que
acostumbrarme a ese nuevo nombre, pensé. - ¿Quieres desayunar? – Me preguntó
Anne.
- Pues… sí, claro. – Le pedí a Anne que me
explicara dónde estaba todo, ya que a partir del día siguiente sería yo la que
hiciera el desayuno de los niños y todo lo demás. En realidad fue fácil. Eran
bastante ordenados y lo tenían todo con etiquetas, por lo que entendí que me
dijo Anne, para que me resultara más fácil a mí hasta adaptarme. Me hice el
desayuno y me senté frente a Jack que leía el Times.
- Esto… - Anne y Jack me miraron, tomé aire y
continué con mi pregunta. - ¿Qué tengo
que hacer hoy?
- Hoy? ¡Nada! Los niños empiezan mañana en el
colegio y será mañana cuando empiece tu trabajo. Hoy tienes el día libre.
Conoce el barrio y conduce con tu nuevo coche. Así te acostumbras al lado
contrario.
- Vaya… Gracias, no es mala idea. Creo que iré a
conocer la zona y dónde está el colegio y todo eso. – Desayuné rápidamente, me
despedí de los Watson y salí por la puerta diciéndole adiós al pequeño James
que bajaba las escaleras frotándose los ojos y con un oso de peluche en la
mano.
Al abrir la puerta me di cuenta
que toda la acera de enfrente estaba llena de chicas histéricas gritando a la puerta
de hierro de la urbanización de delante de la casa, pero no le di importancia
porque acababa de ver mi nuevo coche. Un mini negro descapotable. Me quedé con
la boca abierta y me juré darle las gracias a los Watson haciendo todo lo
posible porque estuvieran orgullosos de mí. Me subí en mi mini y comencé a conducir
por el lado izquierdo. Era extraño, pero gracias a que tenía mi GPS y que el
barrio era muy tranquilo no tuve ningún problema en llegar hasta el colegio, di
un paseo por el gigantesco parque, almorcé un sándwich y un café y regresé a
casa antes de la cena. Pero las chicas histéricas no me dejaban aparcar. Me
pregunto qué estaban rodando en esa urbanización, igual alguna película o simplemente
que algún famoso vivía ahí. Sólo espero que por las noches no griten y me dejen
dormir, porque sino la que gritará seré yo.
Cené con la familia, les di la
comida que había traído de España y Anne la puso rápidamente en la despensa
dándome las gracias una y otra vez, y los regalos de James y Sophie quienes
durmieron junto a sus nuevos ositos de peluche con lazos con la bandera
española. Me fui a mi habitación y recordé que no había llamado a mis padres.
Decidí que los llamaría al día siguiente, cuando llevara a los niños al colegio
pero les escribí un correo para decirles que estaba bien y que la familia me
trataba muy bien. No les conté lo del mini porque me matarían si se enteran que
estoy conduciendo en Inglaterra. Apagué el ordenador y me tumbé en la cama. Los
gritos de las chicas se oían lejanos pero entendí una frase que me hizo abrir
los ojos, tanto que tardé 3 horas en dormirme… “ONE DIRECTION”.
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