sábado, 10 de agosto de 2013

Capítulo treinta y dos.


Antes de que la lágrima que se me había escapado llegara a la comisura de mis labios, yo ya me había levantado de la mesa, colgado el bolso en el hombro, y tenía la maleta en una mano y la bolsa de Disney en otra. Salí lo más rápido que pude de allí mientras escuchaba como Caroline y Luke me llamaban. Choqué con alguien varios centímetros más alto que yo mientras salía de allí. Pronuncié un simple “Sorry” y seguí mi camino. No podía pensar en nada más que en Liam y en la idiotez que había cometido. No podía creer que le hubiera dejado en aquel hotel por un simple ataque de sobreprotección. Me sentí la persona más horrible del mundo. Quería a Liam. Con toda mi alma. Le quería muchísimo. Ni siquiera era capaz de recordar una pelea con él. Esta había sido la primera. Y había terminado de la peor forma posible: ambos separados y seguramente para siempre.

Seguí todo Oxford St. andando lo más rápido que podía, que no era mucho más rápido de un paso ligero, debido a una maleta, una bolsa, el bolso y los ojos llenos de lágrimas que no me dejaban ver nada. Giré a la derecha casi sin saber por qué lo hacía y acabé sentándome en el suelo. Apoyé la espalda en la pared y la maleta calló al suelo por su propio peso, pero no me molesté en recogerla. Y ahí fue cuando me vine abajo completamente. No pude parar de llorar. No sabía por qué lo hacía, qué motivo era el que me llevaba a llorar tan desconsoladamente, pero lo estaba haciendo. Tenía un dolor horrible en el pecho. Como si algo hubiera desaparecido y no debería haberlo hecho. Como si una parte de mi corazón hubiera dejado de funcionar. Lo peor, es que justamente había pasado eso. Mi corazón no podía funcionar correctamente sin Liam… Pero entonces noté que alguien tiraba de mi mano y me levantaba del suelo, lentamente, como si temiera que me fuera a romper, lo cual me sorprendí de que no hubiera pasado ya, pero no miré para ver quién era. Yo seguía teniendo los ojos llenos de lágrimas y no era capaz de levantar la mirada por mi misma. Su cálida mano me resultaba familiar. El brazo que pasó por detrás de mi cintura parecía que estaba hecho para estar allí, perfectamente adaptado a la parte baja de mi espalda. Ese brazo me empujó ligeramente hacia el cuerpo de la persona que me había levantado del suelo. Y entonces, con la otra mano, me levantó la barbilla. Miré hacia esos brillantes y grandes ojos castaños que en ese momento estaban mucho más rojos de lo que nunca antes había visto y me perdí en ellos, como tantas otras veces me había pasado en los últimos meses.

-       No llores más, preciosa mía. – Liam me pasó el pulgar por las mejillas y retiró las lágrimas.
-       Ni tu. – Levanté una mano temblorosa y acaricié su mandíbula.
-       Pensaba que nunca te encontraría y al chocarte conmigo ni siquiera me has mirado. – Estaba tan en shock que sólo podía escuchar las palabras que salían de la boca de mi novio, quien me había arrinconado contra la pared. – Vi que Caroline y ese amigo tuyo, Luke, estaban en la cafetería. Ellos me gritaron que fuera tras de ti y yo no entendía nada. Ahora que te he visto llorar lo he entendido.
-       ¿Ah sí? – Pronuncié con la más débil de las voces.
-       Sí… Me quieres…
-       Te quiero…
-       Y yo a ti.

Se acercó aún más a mi, haciendo que mi cuerpo fuera la única distancia física que le separaba de la pared. Me levantó una vez más la cabeza sujetándome por la barbilla y me besó. Y lo hizo como nunca antes lo había hecho: era un beso cargado de amor. Nada de deseo o frustración. Simplemente amor. ¿Cómo podía saber eso? Ni siquiera yo sabía cómo explicarlo. Simplemente sabía que ese beso era mío. Y que nadie más lo había disfrutado.

Aún estábamos besándonos cuando noté que una lágrima se deslizaba por mi mejilla y llegaba a nuestros labios. Liam debió sentirla también, puesto que se separó y me besó lentamente la comisura derecha, justo por donde había desaparecido la lágrima y me sonrió.

-       No quiero volver a verte llorar.
-       Yo no quiero volver a ver tus ojos rojos.
-       Si no te separas de mi, no volverás a verlos.
-       Prometo no separarme de ti.
-       Yo prometo no protegerte tanto. – Fruncí el entrecejo ante esa frase y abrí un poco la boca. - Se lo que estás pensando, que no voy a ser capaz. Pero se que es lo que quieres: menos sobreprotección. Y lo voy a intentar. De verdad que voy a hacerlo. Pero por favor, no vuelvas a dejarme. Nunca.
-       No lo haré, Liam. – Sonreí como una idiota y le besé. 

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